mayo 31, 2006

Tolerancia

Lo bueno de no saber lo que uno quiere es que es más difícil juzgar a los demás.

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Estaba en el umbral. Agarrado a la puerta, intentando escupir alguna palabra. Me inclinaba para facilitar el trabajo. Quería entrar pero no encontraba el paso, quería decirle lo que veia pero las ideas me arañaban la garganta. Me gire para pedirle ayuda y ella interpretó una rendición. Me miró con reproche, avergonzada. Yo sólo necesitaba un empujón pero ella se alejó cansada, pensando, probablemente, que yo no merecía el esfuerzo. Lo que no entendió es que si yo hubiese podido cruzar solo, nunca le habría pedido ayuda. Nunca.