abril 07, 2004

Organismos poéticos

Simplifico e invento.

Hace millones de años las células comenzaron a asociarse. Su comunicación y reproducción era imposible sin el contacto con el oceáno que las portegía y alimentaba. Asociarse implicaba el aislamiento de algunas de ellas que morían al perder su relación con el agua, por lo que fue necesario crear canales que llevasen alimento y oxígeno al interior de estos primeros organismos pluricelulares. Con el tiempo algunos evolucionaron encerrando el oceáno dentro de sí, lo que permitía la supervivencia de todas las células sin necesidad de entrar en contacto con el exterior. Este océano encerrado se transformó en un primitivo sistema sanguíneo, más estable y fácil de transportar, dos condiciones necesarias para un futura vida fuera del entorno acuático.

Llevamos el mar dentro, nos late y nos inventa. Somos una esfera usurera que recogió un poquito del universo y se lo guardó para poder caminar. Constantemente nos olvidamos de que todos somos el mismo organismo poético que le robó la unidad a lo uno para poder divertirse.

Todos somos lo mismo. Simplifico e invento, pero no tanto. University of Maryland dixit

abril 06, 2004

¿Toma de postura?


No entiendo nada, así que no me considero en disposición de hablar, aunque parece que hay que hacerlo porque el silencio se interpreta rápidamente como complicidad o insensibilidad.
Me arriesgaré a parecer cómplice o insensible y seguiré reflexionando sobre las cosas que no entiendo, sabiendo que la dilación en mi toma de postura deja sitio a los que parecen haber encontrado las soluciones antes de entender el problema.

No entiendo por qué hay gente que mata y otra que muere, no entiendo por qué las palabras toman siempre el control llenando de odio y rencor los vacíos, no entiendo por qué todo el mundo quiere tener razón, no entiendo las verdades en nombre de las cuales se mata o se venga, no entiendo cómo los que más fuerte hablan y los que más alto razonan no ven la espiral de odio en la que la fuerza y la razón nos hunden, no entiendo las tomas de conciencia colectivas que se difuminan hasta la desaparición en las conciencias individuales, no entiendo que la generosidad sea virtud en lo pequeño y debilidad en lo grande. No sé que hay que hacer para salir de esto, no sé si todo lo que vivimos es el mero desarrollo de las potencialidades humanas y por tanto deberíamos dejar de preocuparnos y vivirlo todo con mas naturalidad, o si el esfuerzo por cambiar es la parte del juego que evita una brutalidad desatada y por tanto hay que seguir intentándolo. No veo como las cosas podrían ser de forma diferente, pero siento la pulsión de que lo sean.

Ni siquiera sé si existen buenos y malos. No sé diseccionar el organismo que genera la historia para encontrar el inicio de la secuencia que convirtió a unos en culpables y a otros en víctimas.

Lo único que entiendo y quiero es que mis dudas no enciendan la ira de nadie. Que me dejen seguir construyendo un entorno con certidumbres flexibles donde apoyar la cabeza. Que me dejen seguir produciendo una vida cargada de frivolidades y errores sin ser la diana de ninguna bala o palabra. Que quienes no me entienden ni me aprecian, me dejen en paz y utilicen su energía y conocimiento para querer a quienes reclamen su amor donde quiera que estén.

Los otros

Vengo de leer a una mujer tan divertida, tan vital, tan extrañamente refrescante, que me siento mas plomizo y cenizo que nunca.
Deberé encontrar el resorte para hacer saltar en mi lo que me fascina en los otros.

abril 05, 2004

Telón

Hoy, aún no me he enamorado.

He sustituido el metro por el paseo Gran Vía abajo (por salud, no por temor) lo que dificulta mi enamoramiento diario. La acera no está mal pero no es un vagón de metro. En un vagón el tiempo se estira, puedes detenerte hasta econtrar miradas que te revelan vidas, miradas de las que cuelgas tus esperanzas durante un número de paradas variable que va desde el affair al matrimonio.
La acera te obliga a un ejercicio estresante de indagación en décimas de segundo; levantar su mirada, fijarla, adivinar sin descaro mientras se te echa encima y, sin darte cuenta, perderla para siempre. En la acera son siempre aventuras fugaces, definitvamente prefiero el metro, debe ser mi necesidad de estabilidad, todo lo que queda por debajo de dos paradas acaba por destrozarme el corazón.